jueves, 26 de marzo de 2009

¿EMIGRAR A DONDE?

El sueño de todo joven que se inicia en el carnívoro mundo del futbol consiste en dos simples pasos: a) jugar en el primer equipo del club de sus amores, o en su defecto, en el que primero lo admita; y b) dar el gran salto a Europa. Aquí es donde emerge la gran duda, la incógnita de la semana, el más profundo intríngulis…¿A qué país del viejo continente me conviene ir?, ¿es mejor quedarse en el club para adquirir más experiencia o se aplica la “Gran Montenegro” y paseamos por Europa para terminar volviendo a la casita de los viejos?. A continuación, explicaremos, con argumentos sólidos y concretos, que es lo que le conviene hacer a un joven jugador de gran potencial.
En la convulsión periodística que provocó el Lanús campeón de Ramón Cabrero, pudimos escuchar a una de sus figuras, Diego Valeri, quien en una entrevista sostuvo que no estaba interesado en ir a jugar a Europa aun porque todavía quería ganar más experiencia en el futbol local y viajar con condiciones consolidadas. Por más obvia que resulte esta declaración desde el razonamiento, el 99% de los casos indican lo contrario. Los dichos del talentoso volante de Lanús dejaron en evidencia las expectativas del resto de sus colegas: jugar en el futbol más desconocido y mediocre de la tierra pero que le paguen en dólares o euros. ¿Cuánto terreno en el campo futbolístico perdió Mauro Zarate al dejar Vélez Sarsfield por un ignoto club de Emiratos Árabes Unidos?. Evidentemente mucho ya que hoy se desempeña en un club como Lazio de Italia que supo ser un gigante y hoy es un monstruo que apenas camina. Otros casos de transferencias precoces pueden ser los de Cristian Ansaldi y Bruno Uribarri. Ambos laterales por izquierda, el primero de Newell´s y el segundo de Boca Juniors, siguieron el irresistible aroma de los Euros como el burro persigue a la zanahoria y dejaron de potenciarse futbolísticamente para viajar a miles de kilómetros de distancia, alejarse del panorama deportivo mundial y llenarse los bolsillos, para luego, quizás, volver porque “extrañaban el asado” o por “no adaptarse al idioma”. Me atrevo a adelantarme a los hechos pero es un riesgo que hay que correr cuando se está seguro de lo que uno plantea.
Este fenómeno también se aplica a los directores técnicos, por ejemplo, Enzo Trossero, actual estrella del futbol árabe e ídolo en el competitivo futbol centroamericano, dijo una vez que la pasaba mal en Suiza cuando era DT de la selección de aquel país porque los comercios cerraban a las seis de la tarde. Recomendamos desde este humilde espacio que alguien le explique el concepto de “sacrificio” al ex técnico de Independiente. Otro caso, Carlos Bianchi, dos oportunidades en dos culturas diferentes y dos fracasos. Quizás no se adaptó al idioma como le ocurrió a Leonel Ríos en su paso por España.
No obstante, un caso digno de resaltar es el de Facundo Sava. Por medio de fuentes que exigieron reservar su identidad, sabemos que el ex delantero de Arsenal y Racing, entre otros, reconoció el haber resignado sus aspiraciones deportivas en pro del dinero al aceptar, a veces con gusto para poder disfrutar los domingos con su familia, ocupar permanentemente un lugar en la platea. Ni siquiera en el banco de suplentes. También el caso de Sebastián Pascual Rambert, quien luego e haber sido goleador con Independiente en 1994 fue enceguecido por las luces del Internazionale de Milan. Viajo en el mismo avión con Javier Zanetti, otra compra del equipo italiano. No hace falta decir quien se quedo y quien volvió.
Entonces, ¿A dónde tiene que emigrar un profesional?. La respuesta es sencilla: a donde pueda jugar, donde le den el lugar que él se ganó con sacrificio en su país, donde se pueda mostrar para luego ocupar un lugar en la selección nacional. Las jóvenes promesas deberían fijar su atención y analizar los casos de fiascos del mercado europeo como Daniel Montenegro (Olympique de Marsellas, Numancia y algún rejuntado ruso) quien no trajo consigo ningún título pero si muchas fotos, Sebastián W. Abreu (Deportivo La Coruña y Real Sociedad – por ahora -), Joaquín Larrivey, Julio Cesar Cáceres, Raúl Alfredo Cascini (no se fue joven al Toulouse de Francia pero igual fracasó rotundamente), Ariel Arnaldo Ortega (Sampdoria, Parma, Valencia y Galatasaray) y tantos otros. Y dependiendo del grado en sus aspiraciones personales, el futbolista argentino promedio preferirá emigrar a un futbol donde lo reciban con flores y la 10 para el, donde lo dejen entrenar cuando tenga ganas y tiempo, donde mande él y no el técnico, en definitiva donde no se considere al futbol como un deporte profesional.
La última variable a tener en cuenta en este negocio son los intermediarios. Raza indeseable en el ecosistema del futbol, aquellos personajes aprovechan los deseos del joven futbolista de jugar en Europa junto a las necesidades económicas de su familia para llevarlos a latitudes impensadas o a equipos inverosímiles solo para engrosar sus cuentas bancarias personales. Qué razón tenía Diego Valeri…lástima que a los nefastos e indeseables intermediarios no les conviene esta filosofía.
Finalmente, llegamos a la conclusión que los equipos europeos suelen equivocarse en sus compras, los futbolistas suelen apurarse en emigrar y que todo lo planteado es inevitable porque obedece a un negocio millonario basado en la mera transferencia sin importar de quien se trate.

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