jueves, 26 de marzo de 2009

ENGLISH TEA

Durante la década del 50 y 60 los grandes empresarios de todo el mundo se dedicaron exclusivamente a “blanquear” o legitimar su dinero mal habido a través de sociedades anónimas, empresas multinacionales y otros tantos tipos de conglomerados empresariales tan confusos como laberinticos. Basta con recordar el caso del magnate británico Robert Maxwell quien consolido su imperio a través de ganancias generadas por negocios con la mafia rusa e israelí, sumándole a esto la adquisición de un club de futbol (“La Historia de Robert Maxwell de Gordon Thomas” – 2002). El tiempo cambiaria la herramienta pero no el fin; las telarañas empresariales serian reemplazadas por los clubes de futbol.
Actualmente, la legislación británica brinda un paraíso fiscal para empresas e inversores extranjeros que quieran multiplicar, esconder o legitimar su dinero; con la notable contribución de las disposiciones legales para los clubes de aquellas islas. No se trata de mostrar a los clubes-sociedades anónimas como monstruos crueles, hambrientos e insaciables, porque no lo son. Al menos no del todo. Lo que intenta este humilde periodista es recurrir al análisis y sentido común para entender los orígenes de los fondos que sostienen a algunos clubes ingleses y sobre las rutas que toman las divisas hasta llegar al mercado del futbol.
A modo de ejemplo, se utilizara al Manchester City Football Club. Este se trata de un equipo de nivel medio, más acostumbrado a desempeñarse en las divisionales del ascenso ingles que en los estratos superiores de la Premier League; por eso, resulta por lo menos llamativo, la adquisición de este club por parte de un grupo económico de Emirato Árabes Unidos (EAU) encabezado por el jeque Mansour Bin Zayed Al Nahayan.
Al Nahayan es uno de los hijos del difunto Zayed Bin Sultan Al Nahayan y miembro de la familia real de Abu Dhabi en los EAU, poseedor de la mayor refinería de petróleo de aquel país y del palacio real valuado en 1.000 millones de libras esterlinas, además de ser el presidente de la International Petroleum Investment Company y de la Autoridad de Carreras de Caballos de EAU. Vale la pena aclarar que este jeque está casado con la hija del jeque Mohammed Bin Rashid Al – Maktoum, vicepresidente y Primer Ministro de los EAU y gobernante de Dubai. En setiembre de 2.008, el jeque Mansour Bin Zayed Al Nahayan, a través de Abu Dhabi United Group, otra de sus empresas, adquirió el Manchester City por 370 millones de dólares. Al igual que Chelsea, Liverpool y Tottenham, el equipo de Manchester pasó a funcionar como una enorme maquinaria de lavado de dinero a nivel mundial.
No obstante, esta moda de utilizar a la Premier League como paraíso fiscal tuvo un pionero: Roman Abramovich. Este magnate ruso, haciendo honor a la reputación de los millonarios de aquel país que implica la imposibilidad absoluta de justificar sus riquezas (tómese como ejemplo a empresarios como Maglocevich o Ziskhov, líderes económicos en la Rusia de la guerra fria), adquirió Chelsea Football Club a mediados del 2.003 junto al FC Moscu de su país natal. Abramovich invirtió en una increíble cantidad de jugadores de primer nivel con exorbitantes contratos (Wayne Bridge, Ricardo Carvalho, Geremi, Joe Cole, Didier Drogba, Michael Ballack, y tantos otros) apostando a ganar varias Ligas consecutivas coronando su reinado con la obtención de la Champions Legue mientras su dinero recorría el camino de la oscuridad a la luz. Pero sus planes deportivos no resultaron como él lo había planeado. Los reiterados fracasos en la Champions League, que se traducen en pérdidas millonarias, y la oportuna crisis económica mundial utilizada hábilmente como cortina de humo, facilitarán la salida anunciada del magnate dejando como legado compromisos de pago y contratos imposibles de afrontar para cualquier sociedad anónima terrenal.
Hasta ahora solo analizamos hechos y acontecimientos que generan una sola pregunta, ¿hasta cuando sostendrán estos magnates a los clubes de futbol antes mencionados?. Esta incógnita hace imaginar una respuesta que ningún amante del futbol quiere escuchar pero que tan bien conoce: hasta que no sea más negocio. Resulta justo dentro de un mercado como lo es el futbol británico, donde los clubes son sociedades anónimas, y también resulta justo cuando todo esto ocurre delante de las narices y con la aprobación de los fanáticos quienes aplauden las incorporaciones millonarias de Robinho o Kaka sin preguntarse el “¿Cómo?”. Entonces, también resultaría justo ver consecuencias tan terribles como clubes quebrados a punto de la desaparición como lo es actualmente el Leeds United, Parma de Italia o hace pocos meses Racing Club en Argentina.
Pero no resultaría justo si se determinan y dictaminan límites legales impulsados por los estados, sostenidos por las federaciones de futbol y apoyados a viva voz por los fanáticos y amantes del futbol. También resulta una utopía soñar con esto, ya que el futbol es un gigantesco negocio para los países, federaciones y magnates de todo el mundo ávidos por multiplicar sus riquezas y legitimar su manchado dinero. Como siempre, el amante del futbol solo es un espectador de lujo con un lugar asegurado en primera fila para el velorio del club de sus amores.

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